Este sábado será la última función del año, antes de que arranque su ciclo de temporada.
Rodeado de diversos lenguajes artísticos, “Ritual en cuatro bloques” es el espectáculo que volverá a escena este sábado a las 21, en un escenario poco convencional: el estudio de danza de Falucho 3967. Se trata de la última función del año, antes de iniciar la temporada veraniega en otro espacio.
Con dirección de Denisse Laub, música de Juan Spano y la actuación de la bailarina Rocío Alvarez, la propuesta nació inspirada en la poesía de Alejandra Pizarnik y, tras un año de ensayo, dio como resultado un trabajo de danza y música improvisadas. Es una obra que se va armando a medida que sucede, en una fusión que siempre es distinta cada vez.
“Nosotros decimos que es una obra híbrida porque reúne varios lenguajes“, contó Laub a LA CAPITAL. “La bailarina y Juan componen la obra en vivo, con bastante recorrido compositivo creado pero con margen para la improvisación”, agregó.
Otro momento de “Ritual en cuatro bloques”.
Para Spano, la pieza en la que participa “es una especie de liturgia” en la que emergen “símbolos que están muy claros en la obra”. Aunque aclaró que es el espectador, la espectadora quien asocia lo que ve “con su esencia, con su acervo”.
El disparador del espectáculo fue el poema “Traición mística”, de Pizarnik. Así, el universo de esta singular poeta con su noche, su oscuridad, su ausencia y su silencio es lo que impregna la propuesta que, incluso, empezó a ensayarse de madrugada, primero los jueves, luego los miércoles.
Y de a poco se embebió de la atmósfera nocturna y se alimentó de una investigación física y sonora. “No hay historia narrativa, sí líneas narrativas, y siempre está abierta a la interpertación”, detalló la directora, quien indicó además que la puesta es íntima, muy próxima al público.
Además de los elementos en escena, de los movimientos y de la música, aporta sentido a “Ritual” un texto breve que Alvarez repite en varios momentos y que equivalen a la búsqueda que realiza el personaje en escena.
Spano definió su intervención musical como “minimalista”. “Comenzamos a trabajar los tres desde el inicio de la obra, eso hizo que toda la música que creé esté basada en el desarrollo dramatúrgico”.
“La composición -siguió- está basada en cuatro notas en términos de lenguaje musical, pero en términos tímbricos hay una variación constante”. A esa base creada previamente, Spano agrega sonidos que dispara los movimientos de Alvarez, y situaciones sonoras que traduce a partir de los movimientos de su danza. “Nos entendemos muy bien”, detalló sobre la conexión que mantiene con la performer.
Cabe agregar que la iluminación de la obra es intraescénica, se ejecuta mediante una aplicación que fue programada especialmente por Martín Santini y Manuel Vicente. Todos los movimientos son controlados en vivo por Gonzalo di Trana (asistente general) desde un dispositivo Android.
La performer utiliza dos prendas de vestuario creadas específicamente para la obra por Luciana Alfonso. El vestuario fue desarrollado en función del lenguaje estético y los requerimientos de danza y movimiento. Y la escenografía fue creada por Justina Altube, junto al equipo de Ritual.